La Agenda 2030 pone su atención también en los espacios más inmediatos donde se desarrollan nuestras vidas: nuestras comunidades.
Los fuertes fenómenos climáticos, que cada vez son más habituales, están señalando que es inviable seguir habitando la Tierra sin tener en cuenta las necesidades y la realidad de nuestros entornos naturales.
Para tener un mañana que merezca la pena ser vivido tenemos que trabajar para conseguir que nuestras comunidades y ciudades sean respetuosas con nuestro entorno.
Pero todo esto debe hacerse buscando también la sostenibilidad social.
De nada sirven ciudades sostenibles si no son accesibles para todas las personas que en ellas vivimos.
La normativa internacional y nacional en materia de derechos de las personas con discapacidad lleva años señalando la obligación que tienen las Administraciones Públicas de lograr que todos los entornos sean accesibles para todas las personas.
Pero, tristemente, solo algunas capacidades han sido tomadas en cuenta al hacer diseños accesibles, y estos diseños no han llegado aun a todos los espacios.
Necesitamos abordar la accesibilidad de nuestras comunidades y ciudades desde el paradigma de la accesibilidad universal. Es decir, debemos garantizar que las personas con diferentes capacidades sensoriales, físicas o cognitivas puedan desarrollarse en iguales condiciones.
Y esta obligación de las Administraciones Públicas no puede ser una tarea en exclusiva de las mismas. Las empresas, desde su responsabilidad social, tienen la oportunidad de marcar la diferencia.
Debemos aprovechar que nos toca hacer cambios en nuestros entornos para hacerlos sostenibles ambientalmente, y apostar por la accesibilidad para que sean sostenibles con las distintas capacidades que hay en nuestra sociedad.
